Prolegómenos a la Doctrina del Crimen

Toda sabiduría sucumbe bajo la vista de su emblema: el único emblema del hombre es el cadáver. En estas líneas no nos ocuparemos, pues, del hombre, sino de sus contrafiguras, de lo que en él apunta hacia una heráldica. Con ello esperamos que el espíritu, mudo para unos, hablará para nosotros. Haremos una anatomía filosófica del crimen y la crueldad a través de la Historia y el Arte, desplegada sobre un andamiaje teórico en el que prevalezca el buen gusto: Aristóteles, Shakespeare, Milton, Leibniz, Poe, De Quincey, Schopenhauer, Stevenson, Borges, Benjamin, Foucault, Deleuze. Una colección de fragmentos monádicos cuyo fin es configurar las constelaciones de lo eidético, único testigo posible de la invocación de lo humano bajo la sombra de una nueva Noche.

miércoles, 23 de julio de 2008

La sabiduría de Tucídides


Creemos por tradición en lo que atañe a los dioses y vemos por experiencia en lo que atañe a los hombres que siempre, por una necesidad natural, todo ser ejerce todo el poder del que dispone.

Tucídides, Guerra del Peloponeso, V.

domingo, 10 de febrero de 2008

Weltgeist (El espíritu del mundo)


Me adhiero a la idea de que el Weltgeist ha dado a la época las órdenes de marcha. Éstas órdenes están siendo obedecidas. El Weltgeist, en su esencia, procede como una falange armada avanzando lenta e imperceptible, tal como el Sol atraviesa todo. Inumerables tropas ligeras lo atacan por todos los flancos, arrojándose en contra de su avance, aunque muchas son ignorantes de lo que está en juego y simplemente son decapitadas por una mano invisible.

Hegel, Carta a Niethammer, Julio 6 de 1816

domingo, 23 de diciembre de 2007

"¿Vas con mujeres? No olvides el látigo" Nietzsche

Lou Andreas Salomé, Nietzsche y Paul Reé



Aristóteles montado por Philis de Oskar Kokoschka

Sólo a la luz de indicios incontestables algunas frases adquieren la plenitud de su relieve, sea trágico, sea fársico. En Pareceres de Nietzsche Borges despoja a la idea de Eterno Retorno de la originalidad que el filósofo atribuyó a un instante "inmortal" de inspiración. La ironía de Borges es la siguiente: ¿Cómo puede el pronombre yo ser compatible con el eterno retorno? ¿Por qué el filólogo Nietzsche pretende ignorar que se había burlado de esa misma idea, que no es suya, y luego pretende reivindicarla para sí? En este mismo espíritu, aunque con mayor ligereza (ligereza que Nietzsche no desdeñaría) sugerimos estas imágenes como el escolio necesarios a las palabras iniciales de la obra de Nietzsche, Más allá del bien y del mal: "Suponiendo que la verdad sea una mujer -, ¿cómo?, ¿no está justificada la sospecha de que todos los filósofos, en la medida en que han sido dogmáticos, han entendido poco de mujeres?, ¿de que la estremecedora seriedad, la torpe insistencia con que hasta ahora han solido acercarse a la verdad eran medios inhábiles e ineptos para conquistar los favores precisamente de una mujer?". La metáfora es usada por Nietzsche para criticar a la metafísica, cuyo padre es Aristóteles. La imagen apócrifa del Filósofo montado por Philis ilustra este pasaje y responde a la sobria misoginia del griego, expresada con simplicidad en la frase: "la hembra es hembra en virtud de cierta falta de cualidades". Sin duda, la imagen de Lou con sus animales de tiro responde a la más exaltada misoginia de Nietzsche, hermanado con su ilustre antecesor en un mismo servilismo. La misma Lou comenta que "Nietzsche se empeño en hacer la fotografía de nosotros tres, a pesar de las violentas protestas de Paul Rée, que conservó toda su vida un terror enfermizo a la reproducción de su rostro. Nietzsche en plena euforia, no sólo insistió en hacerla, sino que se ocupó, personalmente y con celo, de la preparación de los detalles -como la pequeña carreta (¡que resultó demasiado pequeña!), o incluso en la cursilería del ramo de lilas, etcétera". Así, nos preguntamos: ¿No son idénticos ambos instantes, el transmitido por la tradición con respecto al padre de la metafísica misma y el otorgado por la fotografía con respecto a su demoledor? Y, más punzante aún, ¿no es irónico que Nietzsche enloqueciera al ver a un hombre castigando a un caballo con un látigo?

martes, 4 de diciembre de 2007

Amo y esclavo


Marius, el hombre que surgió a caligu para ser siete veces cónsul, estaba en una mazmorra, y se envió a un esclavo con el encargo de matarle. Éstas eran las personas, los dos extremos de una humanidad exaltada y desesperada, su hombre de vanguardia y su hombre de retaguardia, un cónsul romano y un abyecto esclavo. Pero sus relaciones naturales fueron invertidas monstruosamente por el capricho de la fortuna; el cónsul estaba encadenado, el escavo por un momento era juez de su destino. ¿Mediante qué conjuro, qué magia, logró Marius reintegrarse en sus prerrogativas naturales? ¿mediante qué prodigios, celestiales o terrenales, logró de nuevo, en un instante investirse con la púrpura y situar entre él y su asesino un haz de lictores? Por la mera supremacía de las grandes mentes sobre las débiles. Fascinó al esclavo como una serpiente hace con un pájaro. De pie "como Teneriffe", le miró fijamente y dijo: Tune, homo, audes occidere C. Marium? ¿Acaso pretendes matar a Caius Marius? Con lo cual el reptil, amilanándose con su voz, sin atreverse a devolver la mirada al cónsul, se agachó hasta el suelo, se volvió sobre sus pies y manos como cualquier sabandijaa y dejó a Marius de pie en soledad tan firme e inamovible como el Capitolio.
Thomas de Quincey, Cartas a un joven cuya educación ha sido descuidada, IV

viernes, 2 de noviembre de 2007

Teratología I: el monstruo y lo teológico

“Había en la ciudad un monstruo humano de cuyo pecho sobresalían la cabeza y de la espalda un pie de un hermano suyo inserto internamente; había nacido en Génova en 1617 y los llamaban al mayor Lázaro y al menor Juan Bautista. Como se dudaba si fueran dos hombres o uno sólo y si deberían bautizarlos en plural o en singular, Caramel fue llamado a dar su opinión, llegó y lo apretó con gran fuerza. El joven gritó y Juan preguntó la razón de su grito repentino. Él respondió que era tanto el dolor que no podía sufrirlo. En seguida tomó el pie que sobresalía por la espalda y lo torció fuertemente, la cabeza que se asomaba por el pecho empezó a inquietarse y luego a gritar, pues no podía hablar. Preguntado Lázaro, respondió que no sentía ninguna pena. Infirió Caramuel que eran dos cuerpos y dos almas, y por lo tanto dos hombres, y en consecuencia o deberían ser bautizados en plural o bajo dos formas singulares, bautizando primero al uno y después al segundo”.

Dos causas de lo monstruoso sobresalen entre las dadas por Ambroise Piere en su tratado de Teratología: la primera causa del monstruo es la grandeza de Dios, la segunda, su cólera. Lo monstruoso es aquello que en la naturaleza pertenece a una especie formada por un miembro único. El monstruo carece de genealogía, y está, en rigor, fuera de lo natural, pues para que pueda verificarse la existencia de algo en la naturaleza es necesario aguardar a su reproducción. El monstruo es una centella, una excepción que apunta a una excepción mayor y fundadora: lo divino. Esta excepción es la cumbre desnuda desde la que puede leerse el mundo, cumbre que coincide con la Melancolía: lo que Gracián llamó la contracifra de las cosas. Lo monstruoso, en lo que nos esforzamos por leer un vestigio de sentido, apunta a que el Universo es secretamente una Anamorfosis, a que es una excepción y no un orden, a que es sólo una de sus apariciones. De ahí que el Todo sea esencialmente lo monstruoso, la serpiente que se devora a sí misma, Uroboros. La Naturaleza verdadera es el camino del Teratólogo y del Buscador de Monstruos. Ya señala sus propósitos Eusebio Nieremberg en su Oculta filosofía (1633): “Si toda la contemplación de la naturaleza es apacible y gustosa, aun con su primera vista y considerada sólo por la corteza, mucho más amena y agradable será cuando se penetran sus secretos y se entra en lo hondo de sus misterios. Ahora tomaremos más de propósito esta empresa, violaremos su más sagrado retiro, llegaremos a lo arduo, lo dificultoso, a lo inaccesible, a su mayor sacramento que es la simpatía y antipatía, como hablan los Griegos; esto es, una secreta conformidad y aversión que hay en las cosas conque se ejecutan efectos admirables por lo extraordinario y anómalo que tienen a la vista, y lo invisible y oculto de sus causas”

lunes, 1 de octubre de 2007

Hadji Murat


"Chernishev había oído decir a Nicolás I más de una vez que, cuando debía resolver un asunto de importancia, le bastaba concentrarse unos segundos para que le inspirara el Espíritu Santo. Y siempre hallaba la solución justa. Era como si una voz interior le dictara lo que debía hacer. En aquel momento reflexionó sobre la manera de satisfacer el sentimiento de odio que le inspiraban los polacos, reavivado por el caso del estudiante, y la voz interior le dictó la siguiente decisión, que puso al margen del informe con su letra ampulosa:

Merece la pena capital. Pero gracias a Dios, la pena capital no existe en Rusia y no seré yo quien la instaure. Se le hará pasar doce veces entre dos filas de mil hombres.-Nicolás I

Y firmó, haciendo una rúbrica enorme y artificiosa.
El emperador sabía que doce mil latigazos constituían no sólo la muerte segura, una muerte atroz, sino también una crueldad superflua, ya que cinco mil bastaban para matar al hombre más fuerte. Pero le agradaba ser implacablemente cruel, lo mismo que le complacía pensar que en Rusia no existía la pena de muerte".

Tólstoi, Hadji Murat

viernes, 7 de septiembre de 2007

Comentario al apólogo de Chuang Tsu

Toda lejanía, si se revela como inconmensurable, apunta a aquella distancia contemplativa que Aby Warburg consideraba el acto fundacional de lo humano: la aparición de un espacio intermedio entre la mirada y el mundo exterior (Bilderatlas Mnemosyne: Einleitung). Tal distancia puede llegar a borrar las marcas específicas que permiten la inserción de un acontecimiento en la totalidad dada que le otorga carácter causal (el estado, el derecho, etc.), y revelárnoslo en su pura gratuidad, en su ausencia de motivo, como la paradoja de una finalidad sin finalidad (parafraseando a Kant), naturaleza despojada del principio de razón, como objetividad pura, es decir, como momento estético. Tal distancia es, sin duda, resultado de la incompatibilidad del acto con nuestros fines y con nuestra causalidad. El acto mismo, sin embargo, puede ser vivido por sus testigos más cercanos no como experiencia de la barbarie, sino como experiencia de la confirmación monstruosa del orden. Tal es el caso del suplicio de los mil cuchillos, Lingchi. Bataille coronó sus Lágrimas de Eros con sus imágenes; Elizondo lo concibió como el instante por excelencia, como auténtico Acontecimiento, definición de la mirada gobernada en secreto bajo la figura de Diana y Acteón: ¿No es la terrible verdad que en ese instante lo que desaparece no es lo mirado (cuyo destino no puede cumplirse si no es ajeno a nuestra intención, salvadora o destructora), sino el testigo del acto, Acteón devorado por sus propios perros, cazador perdido sin saberlo por el Negro Eros? Todo lo contrario ocurre si consideramos tal suplicio desde la mirada china. Para Chuang Tsu el suplicio del desmembramiento se inserta plenamente en la causalidad del orden establecido, al grado que identifica al malhechor descuartizado con el hombre dividido bajo el peso de la Virtud y la Benevolencia confucianas. Esto apunta a un hecho indudable: la crueldad es la contemplación objetiva de lo violento en un espacio purificado de la causalidad, es la violencia liberada del principio de razón que en el fondo gobierna toda violencia, camino monstruoso e improbable hacia lo bello. La distancia es su sello: distancia que emerge cuando comprendemos el mundo liberado de lo sucesivo, cuando lo miramos a través de su anacronía fundadora.