Prolegómenos a la Doctrina del Crimen

Toda sabiduría sucumbe bajo la vista de su emblema: el único emblema del hombre es el cadáver. En estas líneas no nos ocuparemos, pues, del hombre, sino de sus contrafiguras, de lo que en él apunta hacia una heráldica. Con ello esperamos que el espíritu, mudo para unos, hablará para nosotros. Haremos una anatomía filosófica del crimen y la crueldad a través de la Historia y el Arte, desplegada sobre un andamiaje teórico en el que prevalezca el buen gusto: Aristóteles, Shakespeare, Milton, Leibniz, Poe, De Quincey, Schopenhauer, Stevenson, Borges, Benjamin, Foucault, Deleuze. Una colección de fragmentos monádicos cuyo fin es configurar las constelaciones de lo eidético, único testigo posible de la invocación de lo humano bajo la sombra de una nueva Noche.

domingo, 23 de diciembre de 2007

"¿Vas con mujeres? No olvides el látigo" Nietzsche

Lou Andreas Salomé, Nietzsche y Paul Reé



Aristóteles montado por Philis de Oskar Kokoschka

Sólo a la luz de indicios incontestables algunas frases adquieren la plenitud de su relieve, sea trágico, sea fársico. En Pareceres de Nietzsche Borges despoja a la idea de Eterno Retorno de la originalidad que el filósofo atribuyó a un instante "inmortal" de inspiración. La ironía de Borges es la siguiente: ¿Cómo puede el pronombre yo ser compatible con el eterno retorno? ¿Por qué el filólogo Nietzsche pretende ignorar que se había burlado de esa misma idea, que no es suya, y luego pretende reivindicarla para sí? En este mismo espíritu, aunque con mayor ligereza (ligereza que Nietzsche no desdeñaría) sugerimos estas imágenes como el escolio necesarios a las palabras iniciales de la obra de Nietzsche, Más allá del bien y del mal: "Suponiendo que la verdad sea una mujer -, ¿cómo?, ¿no está justificada la sospecha de que todos los filósofos, en la medida en que han sido dogmáticos, han entendido poco de mujeres?, ¿de que la estremecedora seriedad, la torpe insistencia con que hasta ahora han solido acercarse a la verdad eran medios inhábiles e ineptos para conquistar los favores precisamente de una mujer?". La metáfora es usada por Nietzsche para criticar a la metafísica, cuyo padre es Aristóteles. La imagen apócrifa del Filósofo montado por Philis ilustra este pasaje y responde a la sobria misoginia del griego, expresada con simplicidad en la frase: "la hembra es hembra en virtud de cierta falta de cualidades". Sin duda, la imagen de Lou con sus animales de tiro responde a la más exaltada misoginia de Nietzsche, hermanado con su ilustre antecesor en un mismo servilismo. La misma Lou comenta que "Nietzsche se empeño en hacer la fotografía de nosotros tres, a pesar de las violentas protestas de Paul Rée, que conservó toda su vida un terror enfermizo a la reproducción de su rostro. Nietzsche en plena euforia, no sólo insistió en hacerla, sino que se ocupó, personalmente y con celo, de la preparación de los detalles -como la pequeña carreta (¡que resultó demasiado pequeña!), o incluso en la cursilería del ramo de lilas, etcétera". Así, nos preguntamos: ¿No son idénticos ambos instantes, el transmitido por la tradición con respecto al padre de la metafísica misma y el otorgado por la fotografía con respecto a su demoledor? Y, más punzante aún, ¿no es irónico que Nietzsche enloqueciera al ver a un hombre castigando a un caballo con un látigo?

martes, 4 de diciembre de 2007

Amo y esclavo


Marius, el hombre que surgió a caligu para ser siete veces cónsul, estaba en una mazmorra, y se envió a un esclavo con el encargo de matarle. Éstas eran las personas, los dos extremos de una humanidad exaltada y desesperada, su hombre de vanguardia y su hombre de retaguardia, un cónsul romano y un abyecto esclavo. Pero sus relaciones naturales fueron invertidas monstruosamente por el capricho de la fortuna; el cónsul estaba encadenado, el escavo por un momento era juez de su destino. ¿Mediante qué conjuro, qué magia, logró Marius reintegrarse en sus prerrogativas naturales? ¿mediante qué prodigios, celestiales o terrenales, logró de nuevo, en un instante investirse con la púrpura y situar entre él y su asesino un haz de lictores? Por la mera supremacía de las grandes mentes sobre las débiles. Fascinó al esclavo como una serpiente hace con un pájaro. De pie "como Teneriffe", le miró fijamente y dijo: Tune, homo, audes occidere C. Marium? ¿Acaso pretendes matar a Caius Marius? Con lo cual el reptil, amilanándose con su voz, sin atreverse a devolver la mirada al cónsul, se agachó hasta el suelo, se volvió sobre sus pies y manos como cualquier sabandijaa y dejó a Marius de pie en soledad tan firme e inamovible como el Capitolio.
Thomas de Quincey, Cartas a un joven cuya educación ha sido descuidada, IV

viernes, 2 de noviembre de 2007

Teratología I: el monstruo y lo teológico

“Había en la ciudad un monstruo humano de cuyo pecho sobresalían la cabeza y de la espalda un pie de un hermano suyo inserto internamente; había nacido en Génova en 1617 y los llamaban al mayor Lázaro y al menor Juan Bautista. Como se dudaba si fueran dos hombres o uno sólo y si deberían bautizarlos en plural o en singular, Caramel fue llamado a dar su opinión, llegó y lo apretó con gran fuerza. El joven gritó y Juan preguntó la razón de su grito repentino. Él respondió que era tanto el dolor que no podía sufrirlo. En seguida tomó el pie que sobresalía por la espalda y lo torció fuertemente, la cabeza que se asomaba por el pecho empezó a inquietarse y luego a gritar, pues no podía hablar. Preguntado Lázaro, respondió que no sentía ninguna pena. Infirió Caramuel que eran dos cuerpos y dos almas, y por lo tanto dos hombres, y en consecuencia o deberían ser bautizados en plural o bajo dos formas singulares, bautizando primero al uno y después al segundo”.

Dos causas de lo monstruoso sobresalen entre las dadas por Ambroise Piere en su tratado de Teratología: la primera causa del monstruo es la grandeza de Dios, la segunda, su cólera. Lo monstruoso es aquello que en la naturaleza pertenece a una especie formada por un miembro único. El monstruo carece de genealogía, y está, en rigor, fuera de lo natural, pues para que pueda verificarse la existencia de algo en la naturaleza es necesario aguardar a su reproducción. El monstruo es una centella, una excepción que apunta a una excepción mayor y fundadora: lo divino. Esta excepción es la cumbre desnuda desde la que puede leerse el mundo, cumbre que coincide con la Melancolía: lo que Gracián llamó la contracifra de las cosas. Lo monstruoso, en lo que nos esforzamos por leer un vestigio de sentido, apunta a que el Universo es secretamente una Anamorfosis, a que es una excepción y no un orden, a que es sólo una de sus apariciones. De ahí que el Todo sea esencialmente lo monstruoso, la serpiente que se devora a sí misma, Uroboros. La Naturaleza verdadera es el camino del Teratólogo y del Buscador de Monstruos. Ya señala sus propósitos Eusebio Nieremberg en su Oculta filosofía (1633): “Si toda la contemplación de la naturaleza es apacible y gustosa, aun con su primera vista y considerada sólo por la corteza, mucho más amena y agradable será cuando se penetran sus secretos y se entra en lo hondo de sus misterios. Ahora tomaremos más de propósito esta empresa, violaremos su más sagrado retiro, llegaremos a lo arduo, lo dificultoso, a lo inaccesible, a su mayor sacramento que es la simpatía y antipatía, como hablan los Griegos; esto es, una secreta conformidad y aversión que hay en las cosas conque se ejecutan efectos admirables por lo extraordinario y anómalo que tienen a la vista, y lo invisible y oculto de sus causas”

lunes, 1 de octubre de 2007

Hadji Murat


"Chernishev había oído decir a Nicolás I más de una vez que, cuando debía resolver un asunto de importancia, le bastaba concentrarse unos segundos para que le inspirara el Espíritu Santo. Y siempre hallaba la solución justa. Era como si una voz interior le dictara lo que debía hacer. En aquel momento reflexionó sobre la manera de satisfacer el sentimiento de odio que le inspiraban los polacos, reavivado por el caso del estudiante, y la voz interior le dictó la siguiente decisión, que puso al margen del informe con su letra ampulosa:

Merece la pena capital. Pero gracias a Dios, la pena capital no existe en Rusia y no seré yo quien la instaure. Se le hará pasar doce veces entre dos filas de mil hombres.-Nicolás I

Y firmó, haciendo una rúbrica enorme y artificiosa.
El emperador sabía que doce mil latigazos constituían no sólo la muerte segura, una muerte atroz, sino también una crueldad superflua, ya que cinco mil bastaban para matar al hombre más fuerte. Pero le agradaba ser implacablemente cruel, lo mismo que le complacía pensar que en Rusia no existía la pena de muerte".

Tólstoi, Hadji Murat

viernes, 7 de septiembre de 2007

Comentario al apólogo de Chuang Tsu

Toda lejanía, si se revela como inconmensurable, apunta a aquella distancia contemplativa que Aby Warburg consideraba el acto fundacional de lo humano: la aparición de un espacio intermedio entre la mirada y el mundo exterior (Bilderatlas Mnemosyne: Einleitung). Tal distancia puede llegar a borrar las marcas específicas que permiten la inserción de un acontecimiento en la totalidad dada que le otorga carácter causal (el estado, el derecho, etc.), y revelárnoslo en su pura gratuidad, en su ausencia de motivo, como la paradoja de una finalidad sin finalidad (parafraseando a Kant), naturaleza despojada del principio de razón, como objetividad pura, es decir, como momento estético. Tal distancia es, sin duda, resultado de la incompatibilidad del acto con nuestros fines y con nuestra causalidad. El acto mismo, sin embargo, puede ser vivido por sus testigos más cercanos no como experiencia de la barbarie, sino como experiencia de la confirmación monstruosa del orden. Tal es el caso del suplicio de los mil cuchillos, Lingchi. Bataille coronó sus Lágrimas de Eros con sus imágenes; Elizondo lo concibió como el instante por excelencia, como auténtico Acontecimiento, definición de la mirada gobernada en secreto bajo la figura de Diana y Acteón: ¿No es la terrible verdad que en ese instante lo que desaparece no es lo mirado (cuyo destino no puede cumplirse si no es ajeno a nuestra intención, salvadora o destructora), sino el testigo del acto, Acteón devorado por sus propios perros, cazador perdido sin saberlo por el Negro Eros? Todo lo contrario ocurre si consideramos tal suplicio desde la mirada china. Para Chuang Tsu el suplicio del desmembramiento se inserta plenamente en la causalidad del orden establecido, al grado que identifica al malhechor descuartizado con el hombre dividido bajo el peso de la Virtud y la Benevolencia confucianas. Esto apunta a un hecho indudable: la crueldad es la contemplación objetiva de lo violento en un espacio purificado de la causalidad, es la violencia liberada del principio de razón que en el fondo gobierna toda violencia, camino monstruoso e improbable hacia lo bello. La distancia es su sello: distancia que emerge cuando comprendemos el mundo liberado de lo sucesivo, cuando lo miramos a través de su anacronía fundadora.

Apólogo sobre el Lingchi, de Chuang-Tsu


"Cuando Po-Chu visitó el país de Chi, vio el cuerpo de un malhechor descuartizado (es decir, que sufrió el Lingchi). Al punto se despojó de su manto de corte y cubrió los pobres miembros destrozados como si envolviese a un niño en pañales. Y mientras hacía esto, gritaba y se lamentaba: “No creas que tú solo sufres esta desgracia. No sólo te pasa a ti esta terrible desdicha. Nos pasa a todos, aunque a ti te ha herido antes. Tus jueces dicen: no robarás, no matarás; y esas mismas almas virtuosas, al premiar y a elevar a unos cuantos hunden al resto en la ignominia. La división que crea sus leyes engendra la ira y el rencor. Ellos, que amontonan honores, siembran la semilla del odio. El corazón turbio por odio y envidia, el cuerpo cansado por un cansancio sin tregua, el espíritu henchido de irrealizables deseos. ¡Cómo escandalizarnos de que todos terminen como tú!"

Chuang-Tsu atribuye este comentario a Lao-Tsé, con respecto al rechazo taoísta de toda jerarquización y división entre los hombres:

“Lo único que no debemos hacer es entrometernos con el corazón humano. El hombre es como una fuente: si la tocas, se enturbia, si pretendes inmovilizarla, su chorro será más alto. Puede ser tan ardiente como el fuego más vivo; puede ser tan frío como el hielo mismo. Tan rápido es que, en un instante, puede darle la vuelta al mundo; en reposo, es como el lecho de un estanque; activo, es poderoso como el cielo. Un caballo salvaje que nadie doma: eso es el hombre. El primer entrometido fue el Emperador Amarillo, que enseñó la virtud y la benevolencia. Yao y Shun lo siguieron; trabajaron hasta perder las fuerzas, se rompieron el alma con incesantes actos de bondad y justicia; se exprimieron los sesos para redactar innumerables proclamas y leyes. Nada de esto mejoró a la gente. (...) De ahí en adelante, la decadencia se hizo universal. Los poderes naturales del hombres se desviaron, sus facultades innatas se corrompieron. En todas partes se empezó a admirar el “conocimiento” y la gente del común se volvió lista y taimada. Nada permaneció en su estado natural. Todo tuvo que ser cortado y aserrado conforme a un modelo fijo, dividido justo en donde la línea de tinta lo marcaba, triturado a golpe de cincel y martillo, hasta que el mundo entero se convirtió en innumerables fragmentos. Caos y confusión. ¡Y todo esto sucedió por inmiscuirnos en el alma de los hombres!
Aquellos que se dieron cuenta de la locura de estos métodos, huyeron a las montañas y se escondieron en cuevas inaccesibles; y los grandes señores se sentaron temblando en sus viejos palacios. Hoy, cuando los cuerpos de los descuartizados se apilan unos sobre otro; cuando a los prisioneros , encorvados y en cadenas se les empuja en manadas; cuando los contrahechos y los mutilados tropiezan uno con otro, los seguidores de Confucio y Mo-Tsu no encuentran otro remedio que, a horcajadas sobre los aherrojados, levantar las mangas de sus camisas y darse de golpes en la cabeza. Su impudicia es increíble. Casi podría afirmar que la santidad y la sabiduría han sido el cerrojo y la llave de los grilletes que aprisionan al hombre, virtud y benevolencia, las cadenas y cepos que los mantienen inmóviles. Sí, casi podría creerse que los virtuosos Tseng y Shi fueron las flechas que anunciaron la llegada del tirano Chieh y el bandido Chih."

lunes, 6 de agosto de 2007

Escolio al cadáver como objeto simbólico

En Hamlet, tras la muerte de Polonio, las palabras del príncipe dan el indicio preciso para descubrir la condición simbólica del cuerpo que ha devenido cadáver:

(...) Indeed this counsellor
Is now most still, most secret and most grave,
Who was in life a foolish prating knave.
(Acto III, escena IV)

Polonio es el necio, no por negligencia, ignorancia o malicia en su condición de consejero, sino por ser el representante de la vana palabra de sabiduría, palabra cuya eficiencia ha sido refutada de manera pretérita y total por la visita del espectro. Como cadáver, el antaño vano humanista, que tan sólo ha podido divisar un método en la locura, ha devenido prudente y máximamente secreto y grave, pues sólo como cadáver es el hombre aviso válido para el hombre. El hombre se revela supremamente no como el animal que habla, sino como la cosa que calla. En el cadáver triunfan los elementos que en lo humano no pueden ser sino legibles, los que se hurtan al engaño de toda intención y en los que podemos reconocer el peso de una anacronía fundante: no la vocación de lo humano, que procede del engaño de la sabiduría, engaño que consiste en suponer que el hombre es contemporáneo del hombre, sino la invocación de aquello que retorna a la manera de lo humano y que procede de un objeto que no es nuestro contemporáneo: el cadáver, cuya anacronía suprema se revelará en el espectro. No otro es el ejemplo que Hamlet ha querido ofrecer a nuestra vista: el cadáver cifra la verdad del hombre, pues como dijo Benjamin, "la verdad es la muerte de la intención".

sábado, 4 de agosto de 2007

Cadáver y Alegoría en el Barroco

"Ante todo: ¿a qué vienen esas escenas de horror y martirio en que se regodean los dramas barrocos? Conforme a la ingenua, irreflexiva actitud de la crítica de arte del Barraco, las fuentes para una respuesta inmediata escasean, Pero hay una, oculta aunque valiosa: Integrum humanum corpus symbolicam iconem ingredi non posee, partem tamen corporis ei constitiuendae non esse ineptam: “Entero, el cuerpo humano no puede formar parte de un icono simbólico, pero una parte del cuerpo no es inapropiada para su constitución”. Así se lee en la exposición de una controversia en torno a las nociones de la emblemática. El emblemático ortodoxo no podría pensar de otra manera: el cuerpo humano no podía constituir una excepción al mandamiento que ordena despedazar lo orgánico a fin de leer así en sus fragmentos el significado verdadero, fijado, escritural. Es más, ¿dónde podría representarse esta estricta ley más triunfalmente que en el hombre, el cual dejaba así en la estacada a su phýsis convencional, la que está dotada de consciencia, a fin de repartirla por las múltiples regiones del significado? (...) Si es luego, en la muerte, cuando el espíritu se libera por fin a la manera de los espíritus, también es entonces cuando se le reconoce al cuerpo su derecho supremo. Pues por sí mismo se comprende que sea solamente el cadáver donde pueda imponerse enérgicamente la alegorización de la phýsis. Por ello, los personajes del Trauerspiel mueren, porque sólo así, como cadáveres, pueden ingresar en la patria alegórica."
Walter Benjamin,
El origen del Trauerspiel Alemán.

El mapa de las Tinieblas

Now when I was a little chap I had a passion for maps. I would look for hours at South America, or Africa, or Australia, and lose myself in allthe glories of exploration. At that time there were many blank spaces onthe earth, and when I saw one that looked particularly inviting on a map(but they all look that) I would put my finger on it and say, 'When I grow up I will go there.' The North Pole was one of these places, I remember. Well, I haven't been there yet, and shall not try now. The glamour's off. Other places were scattered about the Equator, and in every sort of latitude all over the two hemispheres. I have been in some of them, and . . . well, we won't talk about that. But there was one yet--the biggest, the most blank, so to speak--that I had a hankering after.True, by this time it was not a blank space any more. It had got filled since my boyhood with rivers and lakes and names. It had ceased to be a blank space of delightful mystery--a white patch for a boy to dream gloriously over. It had become a place of darkness.
Conrad, Heart of Darkness

martes, 31 de julio de 2007

Un Mapa de las Tinieblas: hacia la Cartografia del Progreso

It appears the Company had received news that one of their captains had been killed in a scuffle with the natives. This was my chance, and it made me the more anxious to go. It was only months and months afterwards, when I made the attempt to recover what was left of the body, that I heard the original quarrel arose from a misunderstanding about some hens. Yes, two black hens. Fresleven--that was the fellow's name, a Dane—thought himself wronged somehow in the bargain, so he went ashore and started to hammer the chief of the village with a stick. Oh, it didn't surprise me in the least to hear this, and at the same time to be told that Fresleven was the gentlest, quietest creature that ever walked on two legs. No doubt he was; but he had been a couple of years already out there engaged in the noble cause, you know, and he probably felt the need at last of asserting his self-respect in some way. Therefore he whacked the old nigger mercilessly, while a big crowd of his people watched him, thunderstruck, till some man,--I was told the chief's son,--in desperation at hearing the old chap yell, made a tentative jab with a spear at the white man--and of course it went quite easy between the shoulder-blades. Then the whole population cleared into the forest, expecting all kinds of calamities to happen, while, on the other hand, the steamer Fresleven commanded left also in a bad panic, in charge of the engineer, I believe. Afterwards nobody seemed to trouble much about Fresleven's remains, till I got out and stepped into his shoes. I couldn't let it rest, though; but when an opportunity offered at last to meet my predecessor, the grass growing through his ribs was tall enough to hide his bones. They were all there. The supernatural being had not been touched after he fell. And the village was deserted, the huts gaped black, rotting, all askew within the fallen enclosures. A calamity had come to it, sure enough. The people had vanished. Mad terror had scattered them, men, women, and children, through the bush, and they had never returned. What became of the hens I don't know either. I should think the cause of progress got them, anyhow.
Joseph Conrad, Heart of Darkness

Anotaciones al margen del Mapa de las Tinieblas

El Progreso no es moderno: es antiguo y preexiste, porque su tempestad viene del Paraíso, como señaló Benjamin. El progreso es una acumulación de ruinas sobre ruinas y la primera ruina es el cadáver (..."al fin conocí a mi predecesor: la hierba que crecía a través de sus costillas era tan alta que escondía sus huesos"...). En el cadáver la inmediatez pierde prehistoria y nombre, y el que lo mira por primera vez se convierte en el desaparecido. El desaparecido es el hombre bajo el Progreso y carece de nombre. El acto fundacional del progreso no es el crimen del conquistador sobre el salvaje (..."y entonces golpeó al viejo negro sin piedad"...) sino el propio crimen del salvaje sobre el conquistador, porque con ese crimen el salvaje se convierte en su contemporáneo (..."y entonces, lo atravesó con facilidad por entre los omóplatos"). Por ese crimen ambos se vuelven hombres que se reconocen. Para Conrad, tan sólo basta mirar el cadáver (that unnatural being) para que los salvajes conozcan que han sido alcanzados por la causa del progreso. El crimen no clama justicia: la justicia del crimen es el Progreso. El Progreso no necesita agentes: necesita testigos. No hay resistencia: hay reconocimiento. Sólo la estirpe de los asesinos fundará la ciudad: "...padres de los que habitan en tiendas y crían ganados, […] padres de todos los que tocan arpa y flauta, […] artífices de toda obra de bronce y de hierro, […] pues un varón mataré por mi herida, y un joven por mi golpe, y si siete veces será vengado Caín, setenta y siete veces sus asesinos lo serán." La civilización transcurre bajo el silencio de un horror sagrado.

jueves, 26 de julio de 2007

La vida de los hombres infames

He querido que estos personajes sean oscuros; que nada los haya predispuesto para algún brillo; que no estén dotados de ninguna de esas grandezas que se establecen y se reconocen: las del nacimiento, de la fortuna, de la santidad, del heroísmo o del genio; que pertenezcan a esas miles de existencias que están destinadas a pasar sin dejar huella; que haya en sus desgracias, en sus pasiones, en sus amores, en sus odios algo de gris y de ordinario para la mirada de lo que se estima digno de ser contado.
Michel Foucault


Confesión autógrafa de Pierre, culpable del asesinato de su familia, testimonio analizado por Foucault en Los hombres infames

Escolio sobre los Infames

Como el pasaje de Foucault nos revela, los hombres infames son los elementos de toda colección válida. Una Ciencia no puede apuntar en la colección de sus ejemplos a la excelencia de los mismos, pues tal excelencia, si se plantea como pretérita a la mirada misma, y a la labor que el pensamiento ejerce sobre esa mirada, anula la promesa de su plenitud porque toda promesa se cumple en el futuro. Se ha de preferir en la mirada la contingencia del mundo. El homo sacer, que es el hombre que ha devenido invisible excepto para los ojos de un dios y para la mirada de la muerte, antecede al Infame, que es una moneda cuya cifra ha sido borrada, ha quedado fuera de toda economía, y ha devenido ilegible excepto bajo la mirada del Coleccionista. Queremos hacer una Ciencia a la imagen de ese hombre. Queremos una Literatura que sea una Heráldica, queremos una Historia que sea una Cartografía, una Filosofía que sea una Numismática y nada más.
Los hombres infames

Disjecta membra: de la crueldad

Beati misericordes: quia iustitia sine misericordia crudelitas est, misericordia sine iustitia mater est dissolutionis.
Dichosos los misericordiosos, pues la justicia sin misericordia es crueldad, la misericordia sin justicia, madre de la disolución.
Tomás de Aquino