"Ante todo: ¿a qué vienen esas escenas de horror y martirio en que se regodean los dramas barrocos? Conforme a la ingenua, irreflexiva actitud de la crítica de arte del Barraco, las fuentes para una respuesta inmediata escasean, Pero hay una, oculta aunque valiosa: Integrum humanum corpus symbolicam iconem ingredi non posee, partem tamen corporis ei constitiuendae non esse ineptam: “Entero, el cuerpo humano no puede formar parte de un icono simbólico, pero una parte del cuerpo no es inapropiada para su constitución”. Así se lee en la exposición de una controversia en torno a las nociones de la emblemática. El emblemático ortodoxo no podría pensar de otra manera: el cuerpo humano no podía constituir una excepción al mandamiento que ordena despedazar lo orgánico a fin de leer así en sus fragmentos el significado verdadero, fijado, escritural. Es más, ¿dónde podría representarse esta estricta ley más triunfalmente que en el hombre, el cual dejaba así en la estacada a su phýsis convencional, la que está dotada de consciencia, a fin de repartirla por las múltiples regiones del significado? (...) Si es luego, en la muerte, cuando el espíritu se libera por fin a la manera de los espíritus, también es entonces cuando se le reconoce al cuerpo su derecho supremo. Pues por sí mismo se comprende que sea solamente el cadáver donde pueda imponerse enérgicamente la alegorización de la phýsis. Por ello, los personajes del Trauerspiel mueren, porque sólo así, como cadáveres, pueden ingresar en la patria alegórica."
Walter Benjamin,
El origen del Trauerspiel Alemán.
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