Como el pasaje de Foucault nos revela, los hombres infames son los elementos de toda colección válida. Una Ciencia no puede apuntar en la colección de sus ejemplos a la excelencia de los mismos, pues tal excelencia, si se plantea como pretérita a la mirada misma, y a la labor que el pensamiento ejerce sobre esa mirada, anula la promesa de su plenitud porque toda promesa se cumple en el futuro. Se ha de preferir en la mirada la contingencia del mundo. El homo sacer, que es el hombre que ha devenido invisible excepto para los ojos de un dios y para la mirada de la muerte, antecede al Infame, que es una moneda cuya cifra ha sido borrada, ha quedado fuera de toda economía, y ha devenido ilegible excepto bajo la mirada del Coleccionista. Queremos hacer una Ciencia a la imagen de ese hombre. Queremos una Literatura que sea una Heráldica, queremos una Historia que sea una Cartografía, una Filosofía que sea una Numismática y nada más.
Los hombres infames
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