Prolegómenos a la Doctrina del Crimen

Toda sabiduría sucumbe bajo la vista de su emblema: el único emblema del hombre es el cadáver. En estas líneas no nos ocuparemos, pues, del hombre, sino de sus contrafiguras, de lo que en él apunta hacia una heráldica. Con ello esperamos que el espíritu, mudo para unos, hablará para nosotros. Haremos una anatomía filosófica del crimen y la crueldad a través de la Historia y el Arte, desplegada sobre un andamiaje teórico en el que prevalezca el buen gusto: Aristóteles, Shakespeare, Milton, Leibniz, Poe, De Quincey, Schopenhauer, Stevenson, Borges, Benjamin, Foucault, Deleuze. Una colección de fragmentos monádicos cuyo fin es configurar las constelaciones de lo eidético, único testigo posible de la invocación de lo humano bajo la sombra de una nueva Noche.

viernes, 7 de septiembre de 2007

Comentario al apólogo de Chuang Tsu

Toda lejanía, si se revela como inconmensurable, apunta a aquella distancia contemplativa que Aby Warburg consideraba el acto fundacional de lo humano: la aparición de un espacio intermedio entre la mirada y el mundo exterior (Bilderatlas Mnemosyne: Einleitung). Tal distancia puede llegar a borrar las marcas específicas que permiten la inserción de un acontecimiento en la totalidad dada que le otorga carácter causal (el estado, el derecho, etc.), y revelárnoslo en su pura gratuidad, en su ausencia de motivo, como la paradoja de una finalidad sin finalidad (parafraseando a Kant), naturaleza despojada del principio de razón, como objetividad pura, es decir, como momento estético. Tal distancia es, sin duda, resultado de la incompatibilidad del acto con nuestros fines y con nuestra causalidad. El acto mismo, sin embargo, puede ser vivido por sus testigos más cercanos no como experiencia de la barbarie, sino como experiencia de la confirmación monstruosa del orden. Tal es el caso del suplicio de los mil cuchillos, Lingchi. Bataille coronó sus Lágrimas de Eros con sus imágenes; Elizondo lo concibió como el instante por excelencia, como auténtico Acontecimiento, definición de la mirada gobernada en secreto bajo la figura de Diana y Acteón: ¿No es la terrible verdad que en ese instante lo que desaparece no es lo mirado (cuyo destino no puede cumplirse si no es ajeno a nuestra intención, salvadora o destructora), sino el testigo del acto, Acteón devorado por sus propios perros, cazador perdido sin saberlo por el Negro Eros? Todo lo contrario ocurre si consideramos tal suplicio desde la mirada china. Para Chuang Tsu el suplicio del desmembramiento se inserta plenamente en la causalidad del orden establecido, al grado que identifica al malhechor descuartizado con el hombre dividido bajo el peso de la Virtud y la Benevolencia confucianas. Esto apunta a un hecho indudable: la crueldad es la contemplación objetiva de lo violento en un espacio purificado de la causalidad, es la violencia liberada del principio de razón que en el fondo gobierna toda violencia, camino monstruoso e improbable hacia lo bello. La distancia es su sello: distancia que emerge cuando comprendemos el mundo liberado de lo sucesivo, cuando lo miramos a través de su anacronía fundadora.

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