"Chernishev había oído decir a Nicolás I más de una vez que, cuando debía resolver un asunto de importancia, le bastaba concentrarse unos segundos para que le inspirara el Espíritu Santo. Y siempre hallaba la solución justa. Era como si una voz interior le dictara lo que debía hacer. En aquel momento reflexionó sobre la manera de satisfacer el sentimiento de odio que le inspiraban los polacos, reavivado por el caso del estudiante, y la voz interior le dictó la siguiente decisión, que puso al margen del informe con su letra ampulosa:
Merece la pena capital. Pero gracias a Dios, la pena capital no existe en Rusia y no seré yo quien la instaure. Se le hará pasar doce veces entre dos filas de mil hombres.-Nicolás I
Y firmó, haciendo una rúbrica enorme y artificiosa.
El emperador sabía que doce mil latigazos constituían no sólo la muerte segura, una muerte atroz, sino también una crueldad superflua, ya que cinco mil bastaban para matar al hombre más fuerte. Pero le agradaba ser implacablemente cruel, lo mismo que le complacía pensar que en Rusia no existía la pena de muerte".
Merece la pena capital. Pero gracias a Dios, la pena capital no existe en Rusia y no seré yo quien la instaure. Se le hará pasar doce veces entre dos filas de mil hombres.-Nicolás I
Y firmó, haciendo una rúbrica enorme y artificiosa.
El emperador sabía que doce mil latigazos constituían no sólo la muerte segura, una muerte atroz, sino también una crueldad superflua, ya que cinco mil bastaban para matar al hombre más fuerte. Pero le agradaba ser implacablemente cruel, lo mismo que le complacía pensar que en Rusia no existía la pena de muerte".
Tólstoi, Hadji Murat